Escribe lo que deseas buscar en este blog

sábado, 5 de enero de 2013

EL TRISTE FINAL DE DON MARIANO

EL TRISTE FINAL DE DON MARIANO
 Escrito por Nelson Dávila B. 07/02/2012

 Cuando José Tucto escuchó la confirmación de boca de su patrón de que el mes entrante apadrinaría a la hija de su Candelaria su corazón brincó como un chivo loco, se había imaginado que se negaría rotundamente, que de repente hasta lo resondraría por tamaña osadía. 

Por eso que en señal de agradecimiento se inclinó para besarle las manos a la vez que le decía: “Gracias patroncito” “gracias Amito” “no sabe lo felices que se pondrán mi Juanacha y mi hija”. 

“Yo le decía al borrico de mi yerno” “Anda, habla con Don Mariano, el es muy bueno, su corazón es noble y lo más que hará es reprenderte, pero no, el muy tarado no quería, se meaba de los nervios y me mandó a mí para que lo haga”. 

“Entonces patroncito ahora me iré a hablar con el taita cura, para que me diga que día le hecha el agua bendita a mi nietecita, ojalá sea para la semana de la fiesta del huanchaco, ya está aquisito nomás, ya lo más nos agarra la fecha” 

Don Mariano le hizo un ademán con la mano que se marche, pero antes le dijo que le traiga “Mañana mismo” el nombre completo de la criatura, su fecha de nacimiento, nombre de los padres y que le indique el día que fijó el sacerdote para la ceremonia. 

Tengo que hablar con Mercedes para que mande confeccionar los capillos, que baje a la imprenta de mi compadre Alejando Peralta y los pida con tiempo. 

“Cholo bruto, mira la hora que me dices, ya no falta nada, agradece que me cogiste de buen humor de lo contrario te hubiese dado un par de chicotazos, bien que te los mereces”. 

José retrocediendo y haciendo reverencias agradeció a su patrón y girando a la derecha arrancó a la carrera perdiéndose en la tupida chacra de maíz para dirigirse a su choza y darle a su familia la feliz noticia. 

José trabajaba en la hacienda desde que tenía uso de razón, sus padres, sus abuelos también lo habían hecho, era de la edad de Don Mariano, los dos habían crecido en la misma hacienda, recordaba que fue el quien le enseñó a montar, correteaban por el campo buscando las chirimoyas, cazando lagartijas, yendo a la acequia a pescar charcocas. 

Sonriendo recordó aquella vez que con un tarro sacaron peces chicos del charco, Mariano lo llevó a su casa para mostrárselo a su padre, apenas este lo vió de un manotazo le arrancó el envase de las manos a la vez que le gritaba: 
“Pedazo de tarado, estos no son pescados, son curcules, no sabes reconocer ni una papa de una yuca, vaya afuera y arroje esos adefesios, ¿quieres que más adelante nos llenemos de sapos? 

Con los ojos llenos de llanto cumplió con la orden, con el tiempo se volvió duro como su progenitor, aprendió a ser fuerte, a mandar a la gente, a cometer los mismos abusos, a montar a las cholas, a regar hijos por la hacienda “Las Nubes”.

 La extensión de esta famosa ganadería era inmensa, la vista no podía abarcar sus fronteras, tenía sierra y parte de ceja de selva, el ganado era variado, criaban vacunos, caprinos y porcinos. 

Las aves crecían en estado silvestre, los patos, gallinas, pavos caminaban por el campo rascando la tierra para encontrar su alimento, muy tarde ya regresaban a los galpones a dormitar y esperar el nuevo día. 
José no terminó ni la secundaria, mientras que Mariano se había recibido de abogado no ejerció la carrera por tener que cumplir la voluntad de su padre fallecido apenas un año atrás. 

Como hermano mayor sabía que llegaría el día en que coja las riendas de la administración, su hermano David había escogido el camino del sacerdocio, Su hermanita querida, su engreída María de los Angeles estaba en Europa siguiendo la especialidad de Ciencias Políticas y el menor “El Shulca” Roberto era un gallardo cadete de la escuela militar “De chorrillos”. 

En tiempo de estudios cuando regresaba de vacaciones a la hacienda, inmediatamente buscaba a José y ensillando las mejores bestias bajaban a la ciudad, año tras año hacían lo mismo, las diversiones variaban conforme la edad. 

Así en la adolescencia llegaban de frente a consumir los helados de la casa “Hamburgo” asistían al cine, visitaban las casas comerciales para comprar los encargos que les hacían e iban donde la tía Alejandrina a dormir. 

Ella les gritaba: “pedazos de ingratos, miren la hora que llegan a visitarme, temprano me dijeron que los habían visto mataperreando por las calles, me quejaré con mi hermano, agradezcan que les abro la puerta, de buena gana los dejaría durmiendo en la calle”. 

Sabían que en el fondo era buena, la dejaban gritar hasta que se canse y luego ella extendiendo los brazos acurrucaba en su regazo al sobrino preferido. 

Eres igual a tu padre, tienes la misma majoma, hasta la risa le has sacado, vayan a dormir pero primero pasen a comer estarán muertos de hambre, que barbaridad, por eso que están flacos como perros sin dueño. Mariano se retiraba a su habitación y José se dirigía hacia donde dormía el personal de servicio, ignoraba que varios ojos lo observaban y que risitas sueltas se escuchaban en la oscuridad. Más tarde su Juanacha le contaría que desde que lo vio por primera vez, admiró su porte, su blanca sonrisa aunque el ni cuenta se dio de su presencia. 

Con el correr del tiempo ya jóvenes bajaban donde el bar “El lorito” a beber unas cervezas, comían unos “sánguches” de mechado con bastante cebolla y ají , luego contrataban algunos músicos para llevar serenata a sus enamoradas, varias veces terminaron detenidos en la comisaría por este motivo, pero los custodios al reconocerlo lo dejaban inmediatamente en libertad Juana trabajaba en la casa de Doña Alejandrina desde niña, sus padres se la dieron de 6 años como si fuese un animalito, creció bajo su cuidado haciendo las tareas de casa, aprendió a cocinar, a bordar, a planchar y con el tiempo se volvió su dama de compañía, por eso que cuando José la pidió en matrimonio elevó el grito al cielo, al principio no aceptó, fue necesario la intervención del padre Juvenal para convencerla que no podía ir contra los sentimientos de Juana, que esta ya era una mujer hecha y derecha, que conocía las virtudes de José y que ceda a su terco capricho.. 

Se casaron, vivían muy felices hasta que llegó el día que encontrándose José en plena faena, escuchó gritos que advertían: “Ya viene la leva” “Ya viene la leva” quiso correr a esconderse pero desde lo alto los “cachacos” lo habían divisado. 

No pudo hacer nada. Con toda humildad se dejó apresar pero no permitió que le echen la soga al cuello como a los demás campesinos, “A mi no me amarran como chancho les dijo, si tengo que ir al ejército iré por mi voluntad, pero de ninguna manera de esa forma”. 

Los militares respetaron su decisión, José conocía a algunos del grupo y marchó en la fila con dirección al cuartel. Los vecinos de la aldea corrieron a avisarle a su Juanacha, ella bajó corriendo, tropezando, cayéndose, alcanzó al grupo y se prendió de las riendas del caballo del que se suponía era el que mandaba, “Por favor jefecito deje a mi José, le pido, le suplico en nombre de la virgencita de los Dolores, no sea malito, hágalo por sus padres ancianitos, nos acabamos de casar, no sea usted insensible” 

El rudo militar permanecía rígido y en silencio, pero ella seguía suplicando: “No sea cruel mi jefecito, suéltelo por favor” le cogió una de las manos para besarla pero el la empujó con furia acelerando el paso del animal y dando la orden de que todo el grupo empiece a correr al ritmo de las bestias. Poco a poco se fue quedando atrás, su José con la mirada le dio a entender que se detenga, que no ruegue, no suplique. Ya don Mariano haría valer sus influencias y lo soltarían. 

Que equivocado estaba, su patrón no movió un dedo, quedando demostrado que su aparente amistad no era tan sincera como parecía. 

 “Que se iba a avergonzar a pedir un favor al Capitán del cuartel, al fin de cuentas no era su familia, era un peón más, un cholo más, que se vaya a cumplir con su patria” 

Así fue que se alistó a su servicio militar dejando a su bella Juanacha, a sus padres, su chacrita, su chocita apenas terminada, no entendía por que el Estado separaba a las familias de esa forma, el por que solo los campesinos tenían que servir y no los blanquiñositos, los hijos de los hacendados, de las autoridades del pueblo. 

Lo enviaron a la costa, dos años estuvo fuera de su tierra, saboreó el rudo trajinar del soldado, la estricta disciplina militar, obteniendo el grado de sargento, aprendió a manejar tanque y cualquier otro vehículo pero nunca fue abusivo con sus subalternos, con los nuevos “enrolados”. 

Escribía a su Juana, estaba informado de todo, preguntaba por la familia, le pedía paciencia, al fin y al cabo adentro la vida no era tan dura, saldría con un oficio, ya faltaba muy poco, apenas dos meses y se reencontrarían. Pero notaba tristeza en las cartas de su amor, un inmenso dolor y no se explicaba el motivo, en una oportunidad le preguntó si algo pasaba a lo que fue tranquilizado con “Es por nuestra separación, no la acepto, maldigo la hora en que te llevaron, no veo el momento de que estés a mi lado” 

Esta maldición tenía su origen, una mañana que ella se encontraba ordeñando, muy temprano aún, casi entre dos luces estaba “ashuturada” exprimiendo las ubres de la vaca, la leche caliente caía en el balde de latón formando abundante espuma que ni cuenta se dio que detrás estaba don Mariano. 

Haciéndose el acomedido le preguntó si había tenido noticias de José, que estaba muy apenado por no haber podido hacer nada y evitar que se lo lleven a pesar de haber hablado con todo el mundo, ¿lo extrañas? Le preguntó, “Como usted ni se imagina fue la respuesta”, a lo mejor ya tiene chola nueva le volvió a decir y tú acá como una sonsa sufriendo por el. 

En la costa las chicas son más aventadas, José no es feo, de seguro ya te puso tu reemplazo. 

Conforme le iba hablando le acariciaba los cabellos, ella con un movimiento de cabeza alejó su mano pero el insistió a la vez que le volvía a decir, “Me gustas Juana, siempre me gustaste, dame un besito, nadie lo sabrá, solo uno por favor” muy seria le respondió “Que se ha creído usted patrón, seré pobre pero honrada y digna, no insista por que apenas venga mi José le contaré todo” No creo que seas tan bruta, ¿sabes que con un chistar de dedos lo dejo tres años más en el ejército? y a ustedes los boto de la hacienda, ¿que te has creído chola imbécil, rechazarme a mí, a mí todavía? Conmigo tendrás todo, sin mi eres una pobre diabla.

 La levantó de las axilas con fuerza y buscó su boca con desesperación. 

Ella forcejeaba y luchaba con furia, pero el, muy astuto le respondió, “No te preocupes, lo dejamos allí, ahora mismo bajo al pueblo a hablar con el nuevo jefe del cuartel que es mi compadre, le diré que retenga el tiempo que quiera a tu esposo, ya te jodiste chola ignorante, ya verás” 

Ella le suplicó, le rogó que no hiciera esto, que había esperado tanto tiempo para verlo, que no era justo lo que le proponía “Acuérdese que han sido como hermanitos, han crecido juntos” ¿Hermano de ese pobre tarado? “Como te atreves a decir tremenda barbaridad, ya te dije, dejemos las cosas como están, el perjudicado ya sabes quien es”. 

Accedió a su capricho, allí mismo en el suelo fue poseída con vehemencia, Mariano había aguardado esta oportunidad, la observaba todos los días, se relamía al mirar sus grandes caderas, siempre la había deseado. Apenas concluido el vil acto, le manifestó. 

“Cuidadito con lo que dices, tenemos que buscar un lugar donde estar solos más adelante, la gente es chismosa, no nos vayan a ver, ya te avisaré el sitio y la hora en que nos encontremos y sécate esas lágrimas pedazo de sopenca”. 

Esto influyó en su correspondencia, se sentía la mujer más infeliz, más indigna, había pasado ya un año que se había convertido en la querida, en la amante, pero solo Dios sabía el motivo. 

A José le dieron de baja, regresó al pueblo, se reencontraron, ella lloró de felicidad ese día, pero no se atrevía a mirarlo a los ojos. Por las mañanas cuando salía a ordeñar en el camino se encontraba con Mariano y este le indicaba donde debía dirigirse, la amenaza de verse expulsada junto con toda su familia de la tierra que lo vio nacer la obligaba a seguir accediendo a los caprichos del amo. 

Tenía pesadillas, temblaba al pensar que José se entere, no se atrevía a contarle, este era su destino, los patrones eran dueños de sus vidas. Ese mes no le vino su menstruación, los malestares habían empezado, los vómitos, las nauseas indicaban que estaba gestando, ignoraba de quien era el hijo que latía en su vientre, le contó a su José que estaba esperando, era lógico que el saltó de alegría pero ella cabizbaja apenas sonrió. 

Con el tiempo su barriga había crecido, su cuerpo empezó a deformarse y el patrón pasaba por su lado ignorándola por que ya no la apetecía, lucía fea y gorda, además Mariano ya tenía chola nueva, la hija de don Roque una bella criatura de 16 años, que había accedido a su capricho sabe Dios con que amenazas. 

Cuando nació Candelaria todos se asombraron de lo blanca que era, una hermosa niña con inmensas pestañas, su boquita dibujada, sus uñitas rosadas parecían de nácar, apenas abrió sus ojitos, notaron que eran claros, José lloró ese día, abrazado con Juana derramaron lágrimas de alegría, “De seguro más adelante se oscurecerá”, “Pero se te parece chola le decía a ella, es igualita a ti”. 

El tiempo pasó raudamente, la niña había crecido y don Mariano sentía un gran afecto por ella, les ofreció que pagaría sus estudios, que fuera a la casa hacienda y ayude en los quehaceres del hogar. Fue así que ella pasaba todo el día en la mansión y muy tarde ya, casi oscureciendo llegaba a dormir a la suya muchas veces llevando los restos de la comida que había quedado. 

“No nos traigas sobras le increpaba José, no quiero que lo hagas, la casa no es un chiquero para que nos traigas el agua sucia” “Pero papito le decía Candelaria, no son sobras, es comida buena que les manda doña Mercedes” “No seas orgulloso, sabes la falta que hace aquí” “Si lo envían de buena voluntad que quieres que haga, no les puedo decir, mi taita José no desea” 

Se había convertido en mujer, años atrás había terminado su primaria donde conoció a Crisólogo el hijo del carpintero, se volvieron amigos, sentían que se necesitaban, hasta que el se animó a declararle su amor y a manifestarle a sus padres el deseo de casarse con ella, por eso que le pidió a su taita que ese sábado fuesen a la casa de su Candelaria para pedirla en matrimonio. 

Ambas familias se conocían desde hacía muchos años, no fue difícil la empresa, los padres de su novia aceptaron y fijaron la fecha de la boda. 

Cuando Don Mariano se enteró, frunció el seño como si no le importara, “Así son estos cholos de porquería, uno ve por ellos, les ofrece lo mejor y son malagradecidos, seguro que apenas se case se irá, ya no querrá regresar, que se friegue por bruta” 
No asistió al matrimonio a pesar de haber sido invitado, ese día tomó más que de costumbre, llegó muy mareado a la casa y prendió el pickup a batería, puso un disco de “los errantes”, le había enseñado a Candelaria algunas canciones que ella interpretaba con bella voz. Cuando bajó Mercedes a llevarlo a sus aposentos notó que los ojos de su esposo estaban húmedos, ella hubiese querido asistir al matrimonio, desde allí todavía se escuchaba la banda, pero el se negó, le prohibió que fuera y ella creyó entender el motivo. 

De esto pasó año y medio, Candelaria alumbró una linda mujercita que le puso por nombre María del Rocío, apenas cumplió un añito se animaron a pedirle a Don Mariano que sea el padrino. Crisólogo se opuso, se negó al igual que Juana, pero José y Candelaria insistieron, 
“Que de malo tiene que el patrón sea el padrino” ¿Acaso no tenía decenas de ahijados? 
El iría a hablar mañana mismo. 
Así fue, por eso que feliz regresó a darles la noticia que había aceptado, “a regañadientes pero había aceptado”. Se prepararon con mucho entusiasmo, el cura Juvenal fijó la fecha para el Sábado víspera de la fiesta del Huanchaco, los capillos estaban hermosos, el vestido enviado por Doña Mercedes era blanco confeccionado con piel de Angel, tenía encajes y cintas, muy hermoso, al momento de probarla parecía un querubín bajado del cielo, se la veía una preciosidad. Sacrificarían todo el cuyero, matarían un par de guishas, pelarían el trigo para acompañar los cuyes, molerían el maíz para las humitas, harían hervir la jora para que la chicha esté a punto para ese día. 

Ese sábado todos estaban en la iglesia esperando que la ceremonia empiece, Candelaria con Crisólogo sostenían a su hija, a los flancos estaban Doña Mercedes y Don Mariano vistiendo todas sus galas y más atrás los familiares. 

El cura celebró la misa, habló de la responsabilidad de los padrinos que a falta de los padres se convertían en sus sustitutos, que ser compadres no era solo para emborracharse si no que era algo espiritual, muy serio. 
Terminando la ceremonia marcharon a la casa de José, la bautizada con sus padres y padrinos fueron en el automóvil, los restantes en lo que pudieron. 
Al llegar ya la banda estaba tocando y se empezó a libar la fuerte chicha, en la mesa acomodaron a los padrinos ubicándolos en sitios preferenciales para saborear el suculento almuerzo. 

Empezaron con un par de humitas por cabeza, luego un caldo de carnero con menudencia y todo, el cuy frito acompañado de su arroz de trigo y al final como postre dulce de chiclayo rociado con leche fresca. Todo era alegría, pasaron al patio que estaba adornado con cadenetas y serpentinas y empezó el baile general. 

A muchas exigencias Don Mariano y esposa se lucieron con una marinera y al momento de la fuga este pidió silencio para anunciar que como regalo de bautizo ofrecía para su ahijada pagarle toda su educación, vestimenta y gastos extras. 
La familia no aceptó, pero el era el patrón y encima muy conocido por su terquedad, de manera que forzadamente tuvieron que agradecer el gesto. 

Era raro ver tomar a Don Mariano de esa forma, miraba a Juana, luego a Candelaria y a su ahijada, balbuceaba algo entre dientes, ya estaba ebrio y a gritos pedía “Más chicha para el padrino”. 

Al momento de tomar se le escapaba la bebida de la boca, Doña Mercedes le suplicó para retirarse “Ya estás mareado, no hagas espectáculo, tu eres el patrón. 

Tienes que hacerte respetar” “Que patrón ni que ocho cuartos”, “quiero bailar contigo” le dijo a Juanacha jalándola bruscamente del brazo, “no te hagas la cojuda”. 

Ella se resistió pero al ver la insistencia del patrón se dejó llevar hasta el centro del patio. 

“Ya no quieres saber nada de mi le decía, muchos años que me huyes, todavía estás hermosa”, tocándole las caderas le volvió a decir
 “Este culo todavía está duro” ¿es mío o no? 
Por favor patroncito hable mas despacio no vaya a ser que se de cuenta mi José. 

“José es un hijo de puta”, “un cachudo de mierda”, volteando la mirada extraviada por el alcohol buscó a José y lo llamó, “Ven cachudo” “Ven cornudo de mierda”
 “Todos saben que Juana es mi mujer, que la hija que parió es mía, por lo tanto mi ahijada es también mi nieta” 
“Dile, le increpaba a Juanacha, dile como nos revolcábamos dentro del maizal”
 “Dile que mientras el marchaba como un huevón en el ejército yo te hacía ver las estrellas” José estaba como loco, 
“Mentira le decía, mentira” ¿Candelaria es mi hija verdad? 

Le preguntaba a su mujer “Habla mujer de Dios, habla te lo suplico” pero ella permanecía muda y petrificada por el terror. 

La gente murmuraba, tanto Mercedes como las demás personas siempre lo habían sospechado, era lógico que de José no había sacado nada, el color, su fisonomía era muy distinta, los ojos claros delataban más el forzado adulterio. 

Entró a la cocina y cogió el hacha de rajar leña sin que nadie lo pueda detener salió blandiendo el arma a diestra y siniestra, Don Mariano se puso pálido pero no corrió, mas bien todo envalentonado le puso el pecho diciéndole: 
“Golpea huevón, si tienes los cojones bien puestos golpea” miraba a su alrededor sabiendo que todos intervendrían, que se avalanzarían encima de José para desarmarlo pero nadie se movió, todos permanecieron en su sitio, solo Juanacha y Candelaria suplicaban a José 
“Por favor no lo hagas, te explicaremos todo, no cometas esa locura” pero ya el no escuchaba, descargó un certero golpe en la cabeza de su patrón, un seco sonido se escuchó en el aire, la sangre salía a borbotones, José descargó más y más golpes, estaba fuera de sí, Doña mercedes pedía auxilio, gritaba “Ayuden a mi esposo” pero no había eco. 

Cansado de tanto usar el arma en el cuerpo de su amo, arrojó el hacha a un lado. 

Caminaba como un zombie, con los ojos perdidos se alejaba de su casa, tomó el camino al pueblo, iría a entregarse a la policía, no oía los susurros de la gente, el llanto lastimero de su esposa, de su hija, de sus padres. 

Había lavado su honor, había vengado a tantas mujeres violadas, había levantado su voz de protesta por el abuso, había reinvidicado a tantos hijos abandonados

Autor: Nelson Dávila B.

No hay comentarios: