Tomar las de Villadiego para refugiarse en este pueblo burgalés
Una encomienda de Fernando III el Santo prohibía apresar en esta localidad a los judíos, que debían llevar calzas amarillas
Tablilla en la iglesia de San Lorenzo de Villadiego que indica que era un lugar de asilo - ABC
« Tomar las de Villadiego» ha pasado a la historia como expresión de quien se ausenta atropelladamente para huir de un riesgo o un compromiso, tal y como debieron de escapar muchos de aquellos judíos que en la Edad Media fueron a refugiarse en el pueblo de Villadiego, a 38 kilómetros al noroeste de la ciudad de Burgos.
La villa castellana fundada por don Diego Rodríguez Porcelos había sido privilegiada con una encomienda del Fernando III el Santo , confirmada por Alfonso X El Sabio en 1255, que otorgaba protección a los judíos de las constantes persecuciones de que eran objeto. «Sepades que yo recibo en mi comienda, et en mio defendimiento los judíos de Villadiego», señalaba el mandato del monarca «et ninguno que mal les ficiese a ellos», según recogen las « Memorias para la vida del Santo Rey...».
«La plaza mayor porticada con portales dobles de Villadiego es un vestigio del pasado judío del pueblo», asegura Antonio Martínez, autor del libro « El dichoso dicho: Tomar las de Villadiego» (Ediciones Balnea). Fueron éstos con sus quejas los que motivaron la construcción de un segundo soportal para que pudieran deambular sus posibles clientes en caso de lluvia, según explica este funcionario originario de Villadiego que en agosto cumplirá 70 años y que ha pasado ocho investigando el origen del dicho sobre su pueblo.
«Lo de huir se ha dicho porque los judíos se refugiaban en Villadiego ya que fueron muy perseguidos por el dinero que ganaban con los préstamos», afirma Martínez.
En la puerta de atrás de la iglesia parroquial de San Lorenzo, una tablilla aún recuerda el privilegio real con su inscripción de «Iglesia de asilo». El investigador de la localidad relata que «los judíos llegados a Villadiego entraban por esa puerta y salían por la principal ya con las calzas».
Porque «las de Villadiego» alude a las calzas que se utilizaban en la época. «Todo el mundo las llevaba. Eran como unos pantys. Las de los curas, por ejemplo, eran de color bermejo y los judíos tenían que llevarlas amarillas», señala Martínez, quien en el libro pormenoriza los detalles de este atuendo y recuerda cómo «hoy se sigue utilizando la palabra " medias" por las medias calzas que tapaban hasta la rodilla».
La casualidad de que en Villadiego hubiera industria de alforjas indujo a algunos a pensar que eran éstas las que se tomaban antes de poner pies en polvorosa. «Si quieres saber qué es eso de tomar las de Villadiego acepta cualquiera de las versiones. Que se fabrican alforjas o que aquí se fabrican alpargatas. Dos "artículos" de viaje», decía Víctor de la Serna. Otros especularon con que el nombre de Villadiego sería «villa de equo», es decir, de caballos, con los que sería más fácil la escapada.
Sebastián de Covarrubias sospechaba que un tal Villadiego se debió de ver en algún aprieto y sin tiempo, con las calzas en la mano, se fue huyendo y Juan Eugenio Hartzenbusch llegó a deslizar la idea de que en realidad el dicho no aludiría al pueblo de Villadiego ni tampoco a ningún hombre llamado Villadiego que hubiera salido corriendo, sino a los «villariegos» como «andariegos» de cualquier parte.
Los versos del soldado Villadiego
Muchos han indagado sobre el origen de este antiguo dicho que ya cita Fernando de Rojas en «La Celestina» y Miguel de Cervantes en el Quijote. Para el presbítero Luciano Huidobro Serna, que fue cronista oficial de Burgos y archivero de la diócesis, «lo que contribuyó más a la propagación de la frase fue la décima» que hoy se lee en la fachada de la Casa Consistorial: «Villadiego era un soldado; que a San Pedro, en ocasión; de estar en dura prisión; nunca le falló del lado. Vino el espíritu alado; y lleno de vivo fuego; le dice a Pedro: Sal luego; toma las calzas, no arguyas; Pedro, por tomar las suyas; tomó las de Villadiego».
Al otro lado, un relieve del burgalés Andrés Martínez Abelenda representa al ángel liberador ordenando a San Pedro que se calce presto para salir de la prisión y a éste con tanta prisa que por error toma las calzas del soldado Villadiego, que duerme profundamente.
«Estos versos absurdos (porque absurdo es suponer que en la cárcel de Roma, donde estaba San Pedro, pudiera haber un soldados que se llamase Villadiego), lejos de explicar el origen de tan debatida frase, no hacen sino aplicarla, componiendo un chiste», señala José María Iribarren en El porqué de los dichos».
El propio Luciano Huidobro que aludía a estos versos ya relacionaba el dicho con las calzas de los judíos. «Entre todas las opiniones, la que parece tener algún fundamento histórico supone la opinión general de relacionar este dicho, ya universalmente conocido, con la existencia de ciertas calzas que se confeccionaban en Villadiego, iguales o parecidas a las que habían de usar los hebreos al huir de un lugar a otro en busca de refugio u hospitalidad», señalaba en un discurso en 1953 antes de añadir que «la obligación de vestir un traje o prendas distintas de las que vestían los cristianos duró en España hasta los tiempos del Rey San Fernando. Y de aquí, que la gente dijera, al topar con algún judío perseguido o en fuga: "Ése tomó las de Villadiego"».
El cronista burgalés buscó sin éxito documentación en Villadiego sobre esta expresión, al igual que ha hecho Antonio Martínez en los últimos años. «Hay muy poca», se lamenta el investigador que culpa a las tropas francesas de la invasión napoleónica de la quema de los archivos de la localidad. Sin embargo, resalta que «lo de las calzas es verídico» por lo que la versión de los judíos refugiados en Villadiego «es la más creíble».
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