DESBORDE POPULAR Y CRISIS DEL ESTADO
Por JOSÉ MATOS MAR
EL NUEVO ROSTRO DEL PERU EN LA DECADA DE 1980
INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICION
Agotada en menos de cinco meses la primera edición de DESBORDE POPULAR Y CRISIS DEL ESTADO, el proceso social que se analizaba en este libro continúa afirmándose, acelerando la transformación política peruana y delineando el nuevo rostro nacional con rasgos cada vez más nítidos.
Las circunstancias de su primera aparición, a fines de 1984, fueron las de un desborde incontrolado de los sectores populares que, irrumpiendo a través de las barreras impuestas por un Estado y una economía nacional en crisis, parecía por momentos precipitar los signos de la bancarrota económica y el caos. Concluíamos con una advertencia dirigida a los responsables de los destinos del país: "El Perú oficial no podrá imponer otra vez sus condiciones. Deberá entrar en diálogo con las masas en desborde, para favorecer la verdadera integración de sus instituciones emergentes en el Perú que surge. Pero para esto, deberá aceptar los términos de la nueva formalidad que las masas tienen en proceso de elaboración espontánea. Sólo en estas condiciones podrá constituirse la futura legitimidad del Estado y la autoridad de la Nación". En unos pocos meses la crisis se abre paso hacia nuevos horizontes.
Hoy, después de unas elecciones democráticas que culminan con la expresión abrumadora de la voluntad de esas mismas masas desbordantes, el diálogo entre el pueblo y el Estado, que demandábamos entonces, parece a punto de iniciarse, abriendo nuevos cauces a las energías creadoras del Perú tan largo tiempo reprimidas.
Al ofrecer al lector esta segunda edición queremos reiterar con nuevas esperanzas el mismo llamado a la reflexión que formulamos en la introducción de la primera:
"El nuevo rostro que pugna por emerger de la actual confusión de la vida nacional nos obliga a meditar muy seriamente sobre nuestro futuro destino, tomar conciencia de su significado y encontrar las estrategias que la historia nos enseña en función de lo que somos y podemos como
sociedad de múltiples legados.
¿Construimos nuestro destino o aceptamos un futuro incierto?
El Perú, sociedad del Tercer Mundo, puede y debe encontrar la manera de liberarse de su condición internacional subordinada. Abrir su propio camino al socialismo.
¿Construimos nuestro destino o aceptamos un futuro incierto?
El Perú, sociedad del Tercer Mundo, puede y debe encontrar la manera de liberarse de su condición internacional subordinada. Abrir su propio camino al socialismo.
Recogiendo selectivamente lo positivo que ha surgido en las últimas décadas y aprendiendo de la historia, es posible encontrar el camino de construcción innovadora que, a través de una autocrítica fecunda, nos permita forjar. una sociedad de bienestar común, pluralista, justa y solidaria. Pensar y actuar con estrategia audaz y firme. Construir una unidad nacional que supere los fracasos de la República Criolla y abra las puertas al Perú del año dos mil".
INTRODUCCIÓN
UNO de los procesos fundamentales que configuran la situación actual
del Perú es la creciente aceleración de una dinámica insólita que afecta
toda su estructura social, política, económica y cultural. Se trata de un
desborde, en toda dimensión, de las pautas institucionales que
encauzaron la sociedad nacional y sobre las cuales giró desde su constitución como República.
Esta dinámica procede de la movilización espontánea de los sectores populares que, cuestionando la autoridad del Estado y recurriendo a múltiples estrategias y mecanismos paralelos, están alterando las reglas de juego establecidas y cambiando el rostro del Perú. El desborde en marcha altera la sociedad, la cultura y la política del país creando incesante y sutilmente nuevas pautas de conducta, valores, actitudes, normas, creencias y estilos de vida, que se traducen en múltiples y variadas formas de organización social, económica y educativa lo cual significa uno de los mayores cambios de toda nuestra historia.
Estamos frente a un conjunto de situaciones novedosas, aceleradas en los dos o tres últimos años, que afectan todo el espacio nacional donde quiera que lo observemos, analicemos y estudiemos. Como consecuencia de esto, el Perú está sufriendo serias alteraciones estructurales, que conducirán en la presente década a una profunda transformación de la sociedad.
Es cierto que siempre ha habido cambios dentro de la sociedad peruana, más intensos o menos, pero ellos, si bien fueron provocados en determinados períodos o coyunturas por la movilización popular, se produjeron dentro de límites que las clases dominantes y sus segmentos controlaron.
Lo novedoso de la situación actual es que el impulso para el cambio no sólo ha surgido mayoritariamente de los sectores populares, sino que genera un poderoso ascenso de masas, a escala nacional, sin respetar los limites del orden instituido oficialmente.
Cabe también destacar como peculiar, que este desborde ocurre en el contexto de la más importante crisis económica sufrida por el Estado Republicano en lo que va del siglo. En el manejo de esta crisis la clase gobernante limita sus aspiraciones al uso de la institucionalidad en su propio beneficio y a la consolidación del statu quo, sin plantearse un proyecto nacional que responda al proceso de transformación social en marcha.
Todos estos hechos aparecen como factores que evidencian la contradicción en que se desenvuelve esa transformación: el ascenso de masas frente al desconcierto de las clases dominantes y la incapacidad del Estado para "poner las cosas en orden" y encauzar la vida del país dentro de un legítimo marco consensual que satisfaga las nuevas aspiraciones nacionales. En estas condiciones, la crisis actual no es coyuntural sino estructural. Estamos frente a un insólito y espontáneo proceso de modernización.
Un cambio producido por combinación entre el intenso crecimiento demográfico, la explosión de las expectativas, el mayor acceso de las masas a la información, la urbanización sin industrialización y una crisis económica sin precedentes.
Un estado en crisis, sin capacidad para responder a la presión de necesidades de las masas, casi sin interlocutor, con un serio vacío de poder y débil legitimidad; que enfrenta a un pueblo que cuestiona y desarrolla creativamente múltiples estrategias de supervivencia y acomodo, contestando y rebasando el orden establecido, la norma, lo legal, lo oficial, lo formal. Esta presión de mayorías sobre la estructura del Estado, para obtener una mayor participación en los asuntos nacionales y en los beneficios de la modernidad, se opone ala rigidez excluyente del aparato institucional y su ordenamiento jurídico, y a la inadecuación del sistema a las nuevas circunstancias.
En este enfrentamiento las estructuras de la cultura, la sociedad y el Estado resultan desbordadas y se revelan obsoletas. El desborde generalizado se expresa así bajo la forma de una implícita desobediencia civil de las masas en ascenso, que se limitan, por ahora, al cuestionamiento pacífico de la ley en los vacíos de poder generados por la crisis económica y la debilidad gubernamental, y que derivan a la violencia cada vez que el Estado y la institucionalidad intentan recuperar el control mediante el uso de la fuerza. Una situación de la magnitud descrita no se resuelve, obviamente con meras medidas de carácter administrativo, sino reformulando las bases políticas, económicas, sociales y culturales del Estado. De lo contrario, el orden social continuará deteriorándose año a año y la presión de los vastos sectores populares irá incrementándose.
El reto ahora es lograr que el Estado asuma el insólito proceso de transformación que vive la sociedad peruana, sin olvidar que detrás de ese ascenso de masas está la historia del Perú. Ello implica un esfuerzo enorme de integración de las minorías marginado ras con las mayorías marginadas.
Integración entendida como proceso que pasa necesariamente por la democratización del sistema de representación del aparato de gobierno, la transformación de la estructura jurídica y económica del actual Estado y el giro hacia un audaz proyecto de construcción social de un Perú más auténtico.
El presente ensayo se propone ofrecer un panorama de la situación del Perú, destacando los más importantes aspectos culturales y sociales de la crisis del país, y llamando la atención sobre los antecedentes, modos y tendencias del actual desborde del orden institucional y deterioro de la estructura del Estado.
La ciudad de Lima, convertida por el vertiginoso crecimiento migratorio de las últimas décadas, en foco privilegiado de la nueva conciencia nacional, aparece como protagónica ilustración del cambio estructural en marcha.
El Perú presenta, al promediar la década de 1980, un rostro nuevo cuyos rasgos se perfilan con creciente nitidez en el mundo popular de la barriada y que es obligación del antropólogo comenzar a describir.
El nuevo rostro que pugna por emerger de la actual confusión de la vida nacional nos obliga a meditar muy seriamente sobre nuestro futuro destino, tomar conciencia de su significado y encontrar las estrategias que la historia nos enseña en función de lo que somos y podemos como sociedad de múltiples legados.
O construimos nuestro destino o aceptamos pasivamente un futuro incierto.
El Perú, sociedad del Tercer Mundo, puede y debe encontrar la manera de liberarse de su condición internacional subordinada. Abrir su camino propio al socialismo.
Recogiendo selectivamente lo positivo que ha surgido en las últimas décadas y aprendiendo de la historia, es posible encontrar el camino de construcción innovador a que, a través de una autocrítica fecunda, nos permita forjar una sociedad de bienestar común, pluralista, justa y solidaria. Pensar y actuar con estrategia audaz y firme. Construir una unidad nacional que supere los fracasos de la República Criolla y abra las puertas al Perú del año dos mil.
Al entregar al lector las páginas que siguen, el autor desea expresar su reconocimiento al cuerpo de investigadores del Instituto de Estudios Peruanos y a la estimulante atmósfera intelectual que han sabido crear en el curso de estos veinte años de trabajo. En especial desea hacer mención a la colaboración proporcionada por Fernando Fuenzalida en las diferentes fases de preparación de este ensayo. Lima, 19 de agosto de 1984
Esta dinámica procede de la movilización espontánea de los sectores populares que, cuestionando la autoridad del Estado y recurriendo a múltiples estrategias y mecanismos paralelos, están alterando las reglas de juego establecidas y cambiando el rostro del Perú. El desborde en marcha altera la sociedad, la cultura y la política del país creando incesante y sutilmente nuevas pautas de conducta, valores, actitudes, normas, creencias y estilos de vida, que se traducen en múltiples y variadas formas de organización social, económica y educativa lo cual significa uno de los mayores cambios de toda nuestra historia.
Estamos frente a un conjunto de situaciones novedosas, aceleradas en los dos o tres últimos años, que afectan todo el espacio nacional donde quiera que lo observemos, analicemos y estudiemos. Como consecuencia de esto, el Perú está sufriendo serias alteraciones estructurales, que conducirán en la presente década a una profunda transformación de la sociedad.
Es cierto que siempre ha habido cambios dentro de la sociedad peruana, más intensos o menos, pero ellos, si bien fueron provocados en determinados períodos o coyunturas por la movilización popular, se produjeron dentro de límites que las clases dominantes y sus segmentos controlaron.
Lo novedoso de la situación actual es que el impulso para el cambio no sólo ha surgido mayoritariamente de los sectores populares, sino que genera un poderoso ascenso de masas, a escala nacional, sin respetar los limites del orden instituido oficialmente.
Cabe también destacar como peculiar, que este desborde ocurre en el contexto de la más importante crisis económica sufrida por el Estado Republicano en lo que va del siglo. En el manejo de esta crisis la clase gobernante limita sus aspiraciones al uso de la institucionalidad en su propio beneficio y a la consolidación del statu quo, sin plantearse un proyecto nacional que responda al proceso de transformación social en marcha.
Todos estos hechos aparecen como factores que evidencian la contradicción en que se desenvuelve esa transformación: el ascenso de masas frente al desconcierto de las clases dominantes y la incapacidad del Estado para "poner las cosas en orden" y encauzar la vida del país dentro de un legítimo marco consensual que satisfaga las nuevas aspiraciones nacionales. En estas condiciones, la crisis actual no es coyuntural sino estructural. Estamos frente a un insólito y espontáneo proceso de modernización.
Un cambio producido por combinación entre el intenso crecimiento demográfico, la explosión de las expectativas, el mayor acceso de las masas a la información, la urbanización sin industrialización y una crisis económica sin precedentes.
Un estado en crisis, sin capacidad para responder a la presión de necesidades de las masas, casi sin interlocutor, con un serio vacío de poder y débil legitimidad; que enfrenta a un pueblo que cuestiona y desarrolla creativamente múltiples estrategias de supervivencia y acomodo, contestando y rebasando el orden establecido, la norma, lo legal, lo oficial, lo formal. Esta presión de mayorías sobre la estructura del Estado, para obtener una mayor participación en los asuntos nacionales y en los beneficios de la modernidad, se opone ala rigidez excluyente del aparato institucional y su ordenamiento jurídico, y a la inadecuación del sistema a las nuevas circunstancias.
En este enfrentamiento las estructuras de la cultura, la sociedad y el Estado resultan desbordadas y se revelan obsoletas. El desborde generalizado se expresa así bajo la forma de una implícita desobediencia civil de las masas en ascenso, que se limitan, por ahora, al cuestionamiento pacífico de la ley en los vacíos de poder generados por la crisis económica y la debilidad gubernamental, y que derivan a la violencia cada vez que el Estado y la institucionalidad intentan recuperar el control mediante el uso de la fuerza. Una situación de la magnitud descrita no se resuelve, obviamente con meras medidas de carácter administrativo, sino reformulando las bases políticas, económicas, sociales y culturales del Estado. De lo contrario, el orden social continuará deteriorándose año a año y la presión de los vastos sectores populares irá incrementándose.
El reto ahora es lograr que el Estado asuma el insólito proceso de transformación que vive la sociedad peruana, sin olvidar que detrás de ese ascenso de masas está la historia del Perú. Ello implica un esfuerzo enorme de integración de las minorías marginado ras con las mayorías marginadas.
Integración entendida como proceso que pasa necesariamente por la democratización del sistema de representación del aparato de gobierno, la transformación de la estructura jurídica y económica del actual Estado y el giro hacia un audaz proyecto de construcción social de un Perú más auténtico.
El presente ensayo se propone ofrecer un panorama de la situación del Perú, destacando los más importantes aspectos culturales y sociales de la crisis del país, y llamando la atención sobre los antecedentes, modos y tendencias del actual desborde del orden institucional y deterioro de la estructura del Estado.
La ciudad de Lima, convertida por el vertiginoso crecimiento migratorio de las últimas décadas, en foco privilegiado de la nueva conciencia nacional, aparece como protagónica ilustración del cambio estructural en marcha.
El Perú presenta, al promediar la década de 1980, un rostro nuevo cuyos rasgos se perfilan con creciente nitidez en el mundo popular de la barriada y que es obligación del antropólogo comenzar a describir.
El nuevo rostro que pugna por emerger de la actual confusión de la vida nacional nos obliga a meditar muy seriamente sobre nuestro futuro destino, tomar conciencia de su significado y encontrar las estrategias que la historia nos enseña en función de lo que somos y podemos como sociedad de múltiples legados.
O construimos nuestro destino o aceptamos pasivamente un futuro incierto.
El Perú, sociedad del Tercer Mundo, puede y debe encontrar la manera de liberarse de su condición internacional subordinada. Abrir su camino propio al socialismo.
Recogiendo selectivamente lo positivo que ha surgido en las últimas décadas y aprendiendo de la historia, es posible encontrar el camino de construcción innovador a que, a través de una autocrítica fecunda, nos permita forjar una sociedad de bienestar común, pluralista, justa y solidaria. Pensar y actuar con estrategia audaz y firme. Construir una unidad nacional que supere los fracasos de la República Criolla y abra las puertas al Perú del año dos mil.
Al entregar al lector las páginas que siguen, el autor desea expresar su reconocimiento al cuerpo de investigadores del Instituto de Estudios Peruanos y a la estimulante atmósfera intelectual que han sabido crear en el curso de estos veinte años de trabajo. En especial desea hacer mención a la colaboración proporcionada por Fernando Fuenzalida en las diferentes fases de preparación de este ensayo. Lima, 19 de agosto de 1984
VER MÁS
No hay comentarios:
Publicar un comentario