La balsa Muisca, pieza excepcional y figura votiva (ofrenda), fue fundida en una sola pieza mediante la técnica de la cera perdida en un molde de arcilla. El metal es oro de alta ley (80%) con plata nativa y cobre en aleación. |
«...genoveses, venecianos y toda gente que tenga perlas, piedras preciosas y otras cosas de valor, todos los llevan hasta el cabo del mundo para las trocar, convertir en oro: el oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene hace cuanto quiere en el mundo, y llega a que hecha las animas al paraíso.»
Cristóbal Colón (IV Viaje)
En un posteo anterior, en el que contábamos el encuentro de Cristóbal Colón con tres sirenas, vimos que ese encuentro estaba fundado en su delirio por encontrar oro. Pero, eso no sólo lo hace ver animales fantásticos (en lo desconocido está el oro y sólo en lo desconocido hay sirenas, allá en los bordes de lo que alcanzamos a imaginar). Y si el oro hizo cruzar el mar, el oro de Colón era una forma especial de oro. Uno que hy no conocemos.
Pero, no olvidemos que lo principal consecuencia, para la mirada de Cristóbal Colón, es que su obsesión por el oro no le permitió ver y descubrir. Fue ciego a lo desconocido.
Pero, no olvidemos que lo principal consecuencia, para la mirada de Cristóbal Colón, es que su obsesión por el oro no le permitió ver y descubrir. Fue ciego a lo desconocido.
EL ORO NACE PARA COLÓN
Para Colón, y también para muchos de su época, era "natural" que el oro naciera y que él, tal como los demás metales, fuera hijo del azufre y del mercurio (masculino y femenino). Oro que crecía por la acción del Sol. Y que, si no había perturbaciones, «todos los minerales en el transcurso del tiempo y en el seno de la tierra, se transformarían en oro. Al que se le consideraba como el "hijo legítimo", la producción más perfecta y el "hijo de sus deseos".»
Y para confirmar esto hay una pista muy interesante: En 1505, en Ausburgo, se publicó el libro Berbüchlein, del médico sajón y accionista de las minas de Freiberg, Ulrich von Calm, el que para Mircea Eliade es un precioso documento «que atestigua la existencia en pleno siglo XV de un complejo de tradiciones mineras que derivan, por una parte, de la concepción arcaica de la embriología mineral y, por otra parte, de especulaciones astrológicas babilónicas.» Por eso: «Y creía el Almirante que estaba muy cerca de la fuente, y que Nuestro Señor le había de mostrar donde nace el oro.» (17.10.1492)
Oro que -quizás- hizo a Colón pensar y desear que, si se ubicaba o mantenía en el camino de lo que Dios decía -le decía- a través de las profetas y otras doctas y santas autoridades, se convertiría en merecedor de la recompensa que, en último y glorioso término, sólo era para Dios:
«Nuestro Señor (...) bien sabe que yo no llevo estas fatigas por atesorar ni fallar tesoros para mí, que, cierto, yo conozco que todo es vano cuanto acá en este siglo se hace, salvo aquello que es honra y servicio de Dios.»
Tercer Viaje
Por eso, cuando «más de diez y seis almadías o canoas» se acercaron a los navíos españoles, «con algodón y otras cosillas suyas», «mandó el Almirante que no se tomase nada, porque supiesen que no buscaba el Almirante salvo oro al que llaman nucay» (1.11.1492). Ya que, tal como él había escrito quince días antes: «son estas islas muy verdes y fértiles y de aires muy dulces, y puede haber muchas cosas que yo no sé» -más de lo que se podía imaginar-, «porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro.» (15.10.1492)
Cultura Tumaco - La Tolita |
ORO Y LAS CIUDADES EN EL VIEJO MUNDO
Oro que en Europa, como dinero, ya se había aliado con la piedad para fortalecer el cristianismo. No hay que olvidar que con el dinero se construyeron las catedrales, se prestó apoyo a las Cruzadas y se financió la beneficencia. «El dinero y la piedad dieron una fuerza y una forma peculiares a la floreciente vida religiosa del siglo XIII. Entre los habitantes de las ciudades, exceptuando tal vez a los más pobres, se encuentra una fe más profunda y activa que entre la nobleza y en el campo. La religiosidad adquirió en las nuevas ciudades una calidad emotiva que raras veces se daba en las aldeas y en las haciendas.» Así «la imagen modelo de la "bienaventurada Jerusalem" confiere un aura particular a la ciudad renacentista, sede de un comercio floreciente y lugar de la creación de las artes y de las ciencia (con el uomo universale en su centro).»
ORO PARA QUE VENGA EL FIN DEL MUNDO
Oro que, además, al liberar a Jerusalén como hizo prometer Colón a la Reina Isabel, permitiría instaurar el cristianismo en todo el universo y con ello, dar comienzo al fin de los tiempos: al futuro pleno y la felicidad:
Después, tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra. Pues el primer cielo y la primera tierra ya pasaron; en cuanto al mar, ya no existe. Entonces vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalem, que bajaba del cielo, del lado de Dios, embellecida como una novia engalanada en espera de su prometido. Oí una voz que clamaba desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres: fijará desde ahora su morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y él mismo será Dios-con-ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado.
San Juan, El Apocalipsis, 21:1-4.
Mal que mal, la expedición del Almirante se ubicaba al comienzo de algo trascendental:
In nomine D.N. Jesu - Christi
Porque, cristianísimos, y muy altos, y muy excelentes, y muy poderosos príncipes rey y reina de las Españas y de las islas de la mar, nuestros señores, este presente mes año de 1492, después de VV.AA. haber dado fin a la guerra de los moros que reinaban en Europa, y acabado la guerra en la muy grande ciudad de Granada, adonde este presente año a dos días del mes de enero por fuerza de armas vide poner las banderas reales de vuestras altezas en las torres de Alfambra, que es la fortaleza de la dicha ciudad, y vide salir al rey moro a las puertas de la ciudad, y besar las reales manos de VV.AA. y del príncipe mi señor, y luego en aquel presente mes por la información que yo había dado a vuestras altezas de las tierras de Indias, y de un príncipe que es llamado Gran Khan, que quiere decir en nuestro romance rey de los reyes, como muchas veces él y sus antecesores habían enviado a Roma a pedir doctores en nuestra santa fe, para que le enseñasen en ella, y que nunca el santo padre le había proveído, y se perdían tantos pueblos creyendo en idolatrías, e recibiendo en sí sectas de perdición, VV.AA., como católicos cristianos y príncipes amadores de la santa fe cristiana, y acrecentadores de ella, y enemigos de la secta de Mahoma y de todas las idolatrías y herejías, pensaron de enviarme a mí Cristóbal Colón a las dichas partidas de India (...) y ordenaron que yo no fuese por tierra al Oriente, por donde hasta hoy no sabemos por cierta fe que haya pasado nadie. Así que, después de haber echado fuera todos los judíos de todos vuestros reinos y señoríos, en el mismo mes de enero mandaron vuestras altezas a mí que con armada suficiente me fuese a las dichas partidas de India...
Prólogo al Diario de Navegación.
Es así cómo el viaje, la trascendental empresa, sólo comienza -y fundamenta- cuando en España se ha expulsado a lo otro, a lo diferente de sí mismo y que a esas alturas conformaban el alma de España. No es la primera vez ni la última en que los humanos solucionamos el futuro destruyendo una parte de nuestros pueblos.
POR EL ORO COLÓN QUIERE CREER QUE CUBA ES JAPÓN
Pero, volviendo al oro -místico y terreno-, también era éste la causa del calor de esas latitudes "asiáticas": «Por este calor que allí el Almirante dice que padecía, arguye que en estas Indias y por allí donde andaba debía de haber mucho oro.»(21.11.1492)
Pero, volviendo al oro -místico y terreno-, también era éste la causa del calor de esas latitudes "asiáticas": «Por este calor que allí el Almirante dice que padecía, arguye que en estas Indias y por allí donde andaba debía de haber mucho oro.»(21.11.1492)
Oro que también convirtió a Cuba -"la alhaja de Colón, la Cuba fosfórica" según Neruda- en Cipango (el Japón), que Colón cree oír nombrar a los naturales. Y que hace a su voluntad desear partir inmediatamente «para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango, según las señas que esta gente de la grandeza de ella y riqueza, y no me detendré más aquí.» (23. 10.1492) Añadiendo al día siguiente: «Es la isla de Cipango de que se cuentan cosas maravillosas». Y «ese "se cuentan" es una evidente alusión al capítulo CLX del Libro de las Maravillas (Il Milione) donde Polo asegura que en Cipango "hay un grandísimo palacio todo cubierto de placas de oro fino."»:
CL X
DONDE SE HABLA DE LA ISLA DE ÇIPANGU
Çipangu* es una isla hacia Levante, que está en alta mar, a mil quinientas millas de las tierras. Es grandísima. Las gentes son blancas, de buenas maneras y hermosas. Son idólatras y se gobiernan a sí mismos, y no están bajo el señorío de ningún hombre, sino de ellos mismos.
Y también os digo que tienen oro en grandísima abundancia, porque se encuentra hasta el exceso en ese país. Y os digo que ningún hombre saca oro fuera de esta isla, porque ningún mercader, ni hombre de ninguna otra clase, va desde tierra firme. Porque está demasiado lejos, y, además, raramente van los bajeles de otros países, porque tiene abundancia de todas las cosas. Y os digo, pues, que tienen tanto oro que es maravilla, como os he dicho, y que no saben qué hacer con él. Por eso os contaré otra gran maravilla de un palacio del señor de esta isla, según lo que dicen los hombres que conocen el país. Os digo verdaderamente que hay un grandísimo palacio todo cubierto de placas de oro fino. Igual que nosotros cubrimos nuestra clasa de plomo, y nuestra iglesia, así ese palacio está cubierto de oro fino, lo cual vale tanto que apenas podría contarse, y no hay persona en el mundo que lo pueda comprar. Y también os digo que toda la pavimentación de las habitaciones, de las que hay buen número, es también de oro fino, de más de dos dedos de espeso. Y todas las demás partes del palacio y las alas, y las ventanas, están también adornadas de oro. Y os digo que es de una riqueza tan desmesurada que sería grandísima maravilla que alguien pudiera decir su valor.
* Çipangu: Nombre chino , Je-pen-Kuo (= país del sol naciente), con que se conocía al Japón.
Marco Polo, Libro de las Maravillas
Queda claro porqué Colón se obsesiona con Çipangu.
Kinkaku-ji, Templo del Pabellón de Oro en Kyoto, Japón (los dos pisos superiores cubiertos con "pan de oro"). |
Desde entonces «Cuba fue llamada sucesivamente Cipango, Colba, Catai, Juana, Quinsai, Çaiton, Fava (Java), Fernandina, Isabela, hasta finalmente recuperar su definitivo topónimo: Cuba.»
Un oro que, para los naturales, no era un símbolo de riqueza, ni de poder mundano, sino de inmortalidad. Concepto -y aquí uso esta palabra sabiendo que realmente no digo nada de la cosmovisión indígena- que en algo es rozada por las ideas y sentimientos de Colón, pero que él no percibió. Un oro sagrado que no era tanto como se soñaba: que cerca de la Española «avía isla que era toda oro, en las otras que ay tanta cantidad que lo cogen e çiernen como con çedaço e lo funden e hazen vergas.»
Efectivamente, aunque el Almirante «llevara mucha parte de gente trabajadora, para sacar el oro de las minas», el hecho es que el oro de la Isla Española, según Modesto Bargalló,. «se agotó pronto; más por ser sus riquezas inferiores a lo que se creía que por las exploraciones que hicieron los españoles.» Los yacimientos auríferos de la isla de Cuba fueron más ricos y duraderos que los de la Española, pero en 1526 ya aludía Hernán orientándose por los datos de Moctezuma, por los libros de tributo o por las indicaciones de los indios.» Y así, por un lado, el oro creaba los países fantásticos de El Dorado y, hasta mediados del siglo XVIII, se soñaba con las siete grandes ciudades, especialmente Cibola y Quivira, con incalculable riqueza de metales preciosos y, por otro, el rendimiento de las primeras minas fue reducido. Lo mismo sucedió en Veragua, Darién, Nueva Granada, Cartagena de Indias, Popayán, Ecuador y Perú.
También es cierto que, una buena razón «de las exageraciones en riqueza de las minas y el fracaso de las primeras exploraciones radica en que no había mineros de oficio ni entre los conquistadores, ni entre los primeros colonizadores. El oro se laboraba por los mismos indios o con procedimientos tan primitivos como los que describe el padre José de Acosta y Gonzalo Fernández de Oviedo. Cuando se descubrió el Cerro Potosí, los españoles no supieron en un principio fundir los metales como lo hacían los indios con los hornos guairas, lo cual tiene una explicación, pues no eran mineros, sino soldados.»
Capitulaciones de Santa Fe |
3. item, que de todas e qualesquiere mercadurias, si quiere sean las piedras preciosas, oro, plata, specieria e otras qualesquiere cosas e mercadurias de qualquiere specie, nombre e manera que sean, que se compraren, trocaren, falla¬ren, ganaren e hovieren dentro de los límites del dicho almirantadgo, que dende agora vuestras altezas facen merced al dicho don Christoval, e quieren que haya e lieve para si la dezena parte de todo ello, quitadas las costas todas que se fizieren en ello. Por manera que de lo que quedare limpio e libre, haya e tome la dicha decima parte para si mismo, e faga della a su voluntad, quedando las otra nueve partes para vuestras altezas.
Plaza a sus altezas. Johan de Coloma.
Allí se inició la fundación de América, en un documento breve, mercantil y algo vago, quizás para no dar pistas sobre el secreto viaje de Colón. O tal vez, por trazar líneas sobre el agua. Pues, sea lo que sea que Colón encuentre, si es que se llega a encontrar algo en el fin del mundo, sean ellas sólo riquezas y no almas para convertir, pueblos o gentes. Así se escribió la historia en la «villa de Sancta Fe de la Vega de Granada a XVII de abril del año nacimiento de Nuestro Señor mil CCCCLXXXXII.»
Leo en la Wikipedia:
Durante el siglo XVI España llegó a tener una auténtica fortuna de oro y plata extraídos de «Las Indias». En el estudio económico realizado por Earl J. Hamilton, «El tesoro americano y la Revolución de los precios en España, 1501–1659», esa fortuna tiene unas cifras concretas. Hamilton describe que en los siglos XVI y XVII, desde 1503 y durante los 160 años siguientes, durante la mayor actividad minera, arribaron desde las colonias americanas 16.900 toneladas de plata y 181 toneladas de oro. Sus cuentas son minuciosas: 16.886.815.303 gramos de plata y 181.333.180 gramos de oro.Pero, ese oro de Colón era esquivo y en su Cuarto Viaje, donde lo persiguió una tormenta terrible que desmembró su flota, el Almirante se encuentra amargado y se lee en su Carta a los Reyes:
Mi hermano estaba en el peor navío y más peligroso. Gran dolor era el mío, y mayor porque lo truje contra su grado, porque, por mi dicha, poco me han aprovechado veinte años de servicio que yo he servido con tantos trabajos y peligros, que hoy día no tengo en Castilla una teja; si quiero comer o dormir no tengo, salvo el mesón o taberna, y las más de las veces falta para pagar el escote [-impuesto-].
Colón buscó el oro que nacía no sólo para enriquecerse, también para llevar su alma al cielo y liberar Jerusalén porque la expulsión de los moros de España le decía que estaba cerca el fin de los tiempos. Pero, el Almirante murió pobre y América se quedó sin sus dioses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario