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César Vallejo ha muerto... un 15 de abril, en París. Lo predijo. Confesó su visión en uno de sus más celebres poemas, "Piedra negra sobre piedra blanca".
Vallejo habla a todas las personas. Gente que no tiene ninguna experiencia poética queda transfigurada por él. Se podría decir que es el primer autor a lo largo de varios siglos que pone la literatura del Perú en un nivel universal.
Esa conciencia de grandeza la tenemos ahora, pero también la tuvieron algunos de sus contemporáneos. Por citar dos ejemplos, Antenor Orrego en 1922 y otro fue Jorge Basadre en 1928. Ellos se dieron cuenta de la grandeza de su poesía y lo escribieron. César Vallejologró explorar en los meandros mismos del idioma.
La existencia de Vallejo fué un estímulo para otros escritores y es un referente enorme, porque con su poesía se mide lo que otros pueden hacer. La popularidad de la poesía en el Perú es enorme en comparación con la de otros países. La poesía se difunde de manera oral a través de recitales, la poesía mantiene el perfume de la oralidad y eso garantiza la llegada a muchos públicos. ( desde M. Matos)
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Piedra negra sobre piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
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El siglo XX, con los inmensos cambios que llevará consigo, empieza verdaderamente con la poesia de Vallejo y con los escritos de Mariategui. En el siglo se pasará através el indigenismo, se transitará a la cultura andina que llegará a las ciudades desde todos los rincones de la sierra, se vivrà la ilusión revolucionaria (política y poetica), la violencia real y desgarradora de la guerra civil, el Perú parteciperá del "boom literario" de América Latina y se hundirá en la corrupción política, civil y moral del Fujimorismo.
No podremos nombrar a todos los autores y seguramente también las etapas son solo un manera de describir un camino cultural complejo y relacionado con los movimientos internacionales especialmente europeos y con los aportes de las culturas del País; es también el siglo en el cual la cultura afroperuana logra expresarse e ingresar plenamente en el sentir del País.
Es el siglo en el cual aparece la novela, se desarrolla el cuento, la poesia se junta con la canción .... es el nuevo siglo que construirá horribles ciudades alrededor de las ciudades del '800, que creerá y quemará ideales, esperanzas e ilusiones. Es el nuevo siglo que no sabrá decidirse entre democracia y despotismo, entre solidaridad y violencia, entre nuevo y antiguo, pero sabrá crear grandes escritores, poetas, músicos, y artistas; a cadauno escoger los suyos, a nosotros presentarles unos de ellos.
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El nuevo siglo: modernismo y vanguardia, indigenismo e internacionalización, los años 50 y 60, el "boom literario", la experimentación, la lucha y la marginación, la dualidad cultural y el mestizaje, literatura y violencia, sendero, los militares y la corrupción
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Historia
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Alberto Hidalgo
Alberto Uretra
Carlos Oquendo de Amat
Cesar Moro
Clemente Palma
Cloamón
Emilio Adolfo Westphalen
Enrique A. Carrillo
Fausto Gastañeda
Jose Santos Chocano
José Bustamante y Ballivian
José Diez Canseco
Juan Rios
Leonidas Yerovi
Manuel Moncloa y Covarrubias
Ventura Garcia Calderón
Victor Llona
Xavier Abril
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El nuevo siglo: Modernismo-Criollismo-Vanguardia y Retaguardia
A pesar de sus tempranos antecedentes con Manuel Gonzáles Prada, el modernismo alcanzará en el Perú un pleno desarrollo tardíamente, a inicios del siglo XX. Destacó José Santos Chocano, cuya obra grandilocuente que gusta de la retórica y de la descripción de paisajes está en realidad más próxima al romanticismo; Alberto Ureta, cuyos poemas, de tono reflexivo y melancólico poseen mayor calidad y José Bustamente y Ballivian.
Jose Maria Eguren abrió el camino de la innovación en la poesía peruana con sus poemarios La Canción de las figuras 1916 y Simbólicas 1911, próximos al simbolismo y que reflejaban su mundo interior mediante imágenes oníricas, con las que reacciona contra la retórica y el formalismo modernistas.
Hasta 1920 el modernismo era la tendencia dominante en el cuento y la poesía, pero desde 1915 la vanguardia literaria hizo tímidamente su entrada en la musa nacional. Cesar Vallejo, con sus obras fuertemente innovadoras en el lenguaje centradas en la angustia y en la condición humana, pertenece a este período, en el que también aparecieron los poetas Alberto Hidalgo, Xavier Abril, Carlos Oquendo de Amat y los surrealistas Cesar Moro y Emilio Adolfo Westphalen .
El escritor más destacado del momento es Abraham Valdelomar, quien en su breve vida cultivó el cuento, la novela, el teatro, la poesía, el periodismo y el ensayo. Destacan sobre todo sus cuentos, que narran con bastante ternura historias de las ciudades provincianas y, en menor medida, relatos de Lima o cosmopolitas. En 1916 fundó la revista Colónida que agrupó a varios jóvenes escritores y que, a pesar de su breve existencia (tan sólo se publicaron cuatro números) abrió el camino para la entrada de nuevos movimientos como la vanguardia en la literatura peruana.
Otros autores, que junto con Valdelomar inauguran el cuento en el Perú fueron Clemente Palma, que escribió cuentos decadentes, psicológicos y de terror, influido por el realismo ruso y por Poe; y Ventura García Calderón, quien mayormente escribió cuentos exóticos sobre el Perú. También se encuentran Manuel Beingolea, Manuel Moncloa y Covarrubias, "Cloamón" y Fausto Gastañeta.
En el plano del teatro, con escasas obras de valor en éste período, figuran las comedias del poeta festivo Leonidas Yerovi y, posteriormente las obras de denuncia social y cariz político de César Vallejo, que pasaron mucho tiempo antes de ser publicadas o representadas. Ya en los años '40 la influencia tardía del modernismo y del teatro poético se reflejará en las obras de Juan Ríos, a las que se les ha criticado su excesiva retórica poética, generalmente ambientadas en tiempos remotos o en leyendas y que buscan ser un referente general del hombre.
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Óscar Colchado
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Literatura indigenista
En el Perú el tema del indio en la literatura se había iniciado en los años '20 y '30, primero con los cuentos de Enrique López Albújar y más tarde con las novelas de Ciro Alegría. Así empezó la interesante controversia sobre indigenismo e indianismo, vale decir, sobre la cuestión de que no sean los mismos indios quienes escriban sobre su problemática. Esta corriente literaria alcanzó su máxima expresión en la obra de José María Arguedas, autor de Los ríos profundos, Todas las sangres, Agua, El sexto, El zorro de arriba y el zorro de abajo, La agonía de Rasu Ñiti, quien debido a su contacto con los indígenas en la infancia, pudo asimilar como propias su concepción del mundo y experiencias.
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Enrique Congrains
Luis Loayza
Javier Sologuren
Jorge Eielson
Sebastián Salazar Bondy
Juan Rivera Salavedra
Carlos Eduardo Zavaleta
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La Generación del 50
La modernización de la narrativa peruana comenzó con la Generación del '50, con el golpe del General Manuel A. Odría en 1948 y las elecciones de 1950 en las que se autoelige Presidente de la República. Surgen las migraciones del campo a la ciudad y la formación de barriadas y pueblos jóvenes. La literatura nacional estaba influida notablemente por las vanguardias europeas; en particular, el llamado modernismo anglosajón de James Joyce, y sobre todo de William Faulkner y la Generación Perdida. También influyó notablemente la literatura fantástica de Borges y Kafka.
Paralelamente a la "Literatura indigenista", durante la década de 1950 comienza a desarrollarse con fuerza la narrativa urbana, reflejada en los cuentos de Julio Ramón Ribeyro y que se desarrollará en las novelas y cuentos de Mario Vargas Llosa, Enrique Congrains y Luis Loayza .
Mientras tanto, la poesía de la Generación del Cincuenta vive un primer momento de pureza con Javier Sologuren, Jorge Eielson y Blanca Varela.
Durante ese decenio y el siguiente el teatro experimenta un período de renovación, inicialmente con las piezas de Sebastián Salazar Bondy (generalmente comedias de contenido social) y más tarde con Juan Rivera Saavedra, con obras con fuerte denuncia social, influidas por el expresionismo y el teatro del absurdo. Durante estos años penetrará fuertemente la influencia de Brecht entre los dramaturgos.
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Luis Hernández
Antonio Cisneros
Rodolfo Hinostroza
Marco Martos
Oswaldo Reynoso
Miguel Gutiérrez
Eduardo Gonzáles Viaña
Jorge Díaz Herrera
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La Generación del 60
La Generación del 60 en Poesía tuvo a representantes del calibre de Luis Hernández, Javier Heraud y Antonio Cisneros, César Calvo, Rodolfo Hinostroza y Marco Martos.
A esta generación en calidad de narradores, pertenecen Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Eduardo Gonzáles Viaña, Jorge Díaz Herrera, Alfredo Bryce Echenique.
La narrativa y la poesía peruanas de fines de la década de 1960 tuvieron tanto un carácter generacional como uno ideológico.
Era un tiempo en que la literatura era vista como un medio, como un instrumento, para crear una conciencia de clase. Eran los años del auge de la revolución en Cuba y en el Perú la mayoría de intelectuales ansiaban una revolución marxista que rompiera el viejo orden oligárquico y feudal.
Algunos escritores aspiraban a un proceso como el cubano (el poeta Javier Heraud, por ejemplo, murió en mayo de 1963, en la selva peruana, integrando una columna que pensaba lanzar la lucha guerrillera), otros tenían sus propios modelos. En este periodo de intenso compromiso social al escritor le queda poco espacio para el compromiso con su propia obra.
A fines de esta década surge el grupo Narración, influido por el maoísmo y liderado por Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso.
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Renovación e internacionalización
En realidad Julio Ramon Ribeyro, Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique, cruzan las generaciones de los 50 y de los 60, y siguen siendo protagonistas en los 70, en los 80, en los 90 y Vargas Llosa hasta en el nuevo milenio.
Son los protagonistas peruanos del "boom literario" de América Latina y son los escritores que mas logran contar el Perú en el mundo y partecipar a la evolución cultural del continente y a influir también en la literatura de otros continentes.
A los tres les une el hecho de haber salido tempranamente del Perú y de haberse convertido en los escritores peruanos internacionalmente reconocidos. Los tres escritores conciben la literatura, en primer lugar, como un ejercicio de creación verbal, aunque no renieguen de la temática social. Los dos últimos, además, han elevado la novela peruana al más alto nivel técnico, mientras que Ribeyro, si bien no se ha interesado por las innovaciones técnicas, ha renovado el cuento peruano en todas sus variantes.
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Jaime Bayly
Jorge Eduardo Benavides
Pilar Dughi
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La narrativa peruana contemporanea
La experimentación literaria; el relato de la población negra; el aporte de las comunidades judía, china y japonesa; la lucha y la marginación; la dualidad cultural y el mestizaje; la novela «joven» policíaca y metatextual; la presencia en la narrativa de Sendero Luminoso, los militares y la corrupción; y, finalmente, el surgimiento de lo policíaco.
Sin estridencias, sin mucha publicidad, la narrativa peruana contemporánea se va consolidando como una de las más vitales de las que se escriben en español. Es cierto que los lectores todavía tienden a identificar al Perú con Mario Vargas Llosa y Bryce Echenique. Pero allí está -del grupo de narradores surgido en la década del '80- Alonso Cueto, que con La Hora Azul, ganadora de la última versión del Premio Herralde, se muestra como uno de los más capaces para hurgar en las heridas todavía no cicatrizadas del Perú siniestro de los años de Sendero Luminoso. La generación surgida en la década del '90, en tanto, aporta muchos nombres: Jorge Eduardo Benavides, autor de la admirable Los Años Difíciles, empeñado en hacer para el Perú que va de Velasco Alvarado a Fujimori lo que hizo Vargas Llosa con el Perú de Odría en Conversación en la Catedral; Fernando Iwasaki, un escritor versátil capaz de encontrarle el lado cómico a las situaciones más trágicas, autor de los magistrales cuentos breves de Ajuar Funerario y uno de los que mejor ha sabido encontrar los puntos de contacto entre la cultura española y la latinoamericana; Peter Elmore, cuya literatura de personajes que piensan mucho más de lo que actúan -y que en verdad no piensan gran cosa, convirtiéndose así en logradas radiografías de la pérdida de relevancia del intelectual de hoy- merece ser más conocida; Patricia de Souza, una escritora muy versada en teóricos franceses de toda laya, y quizás por ello empecinada en desconfiar de las virtudes mágicas del tan sencillo como complejo arte de narrar (sin embargo, cuando deja a un lado sus armazones conceptuales y se dedica a novelar, es capaz de textos notables como Stabat Mater).
La lista continúa: Jaime Bayly, un gran narrador que nunca se animó a ser un gran escritor; Iván Thays, un estilista de primer nivel que se siente más cómodo dialogando con Calasso y Lobo Antunes que con su misma tradición peruana, y que, con El Viaje Interior, se ha asegurado un lugar en mi lista privada de escritores imprescindibles. Luego, en la lista de novísimos, autores nacidos en los setenta como Santiago Roncagliolo -empeñado en hacer que en su obra convivan textos como Pudor, que parecen transcurrir dentro de una burbuja ahistórica, y controversiales crónicas non fiction sobre Abimael Guzmán-, e incluso en los ochenta, como Luis Hernán Castañeda.
¿Más? Están los cronistas/periodistas reunidos en torno a la revista Etiqueta Negra, responsables de algunas de las mejores páginas de la "literatura sin ficción" en español (Julio Villanueva, Sergio Vilela, Toño Angulo, Gabriela Wiener). Y no hay que olvidarse de los escritores peruanos de primer nivel que son "latinos" en los Estados Unidos y escriben en inglés (Daniel Alarcón es, gracias a War by Candlelight, el más destacado). Y sí, también se puede decir que, a pesar de cierta estrecha mirada nacionalista incapaz de entender que un escritor puede pertenecer a más de una literatura nacional, el mexicano Mario Bellatin es otro gran escritor peruano. Hay más nombres importantes, pero tampoco se trata de ser exhaustivo (y tampoco los he leído a todos). Hay quiénes defienden a rajatabla a Enrique Prochazka -desconocido incluso en el Perú-, y hay otros que no cesan de recomendar los textos breves de Sumalavia.
El mapa de la narrativa peruana contemporánea es amplio y muy ecléctico. Es cierto que predomina la poética realista, pero también se puede encontrar a autores dados a coquetear con la narrativa experimental de corte metaliterario; los hay muy preocupados en narrar la crisis sociopolítica de las últimas décadas y también están los que de veras piensan que la única patria digna de ser narrada es la de la literatura. A veces se pierden en ociosas polémicas que enfrentan a la literatura "andina" con la de la costa, sin darse cuenta que, desde afuera, todo eso se ve como un intento inconsciente de hacer que lo que se entiende como "discusión bizantina" adquiera pleno sentido. Como a los chilenos o a los argentinos (bueno, como a todos), a los escritores peruanos les gusta pelearse entre sí y son de los mejores a la hora de ningunearse: algunos toman el éxito de Roncagliolo en España como una afrenta personal y otros se muestran incapaces de entender que Thays sea tomado tan en serio a pesar de su actitud de hereje del dogma realista y de su capacidad para hacerse de enemigos con sólo caminar un poco por las calles de San Isidro.
Por suerte para todos, la literatura peruana no sólo la construyen los escritores y los críticos peruanos, aunque la guerra de guerrillas en la que se hallan empeñados es parte imprescindible de las reglas del juego literario. Tampoco hay, a pesar de teorías conspirativas al respecto, una mafia limeña empeñada en canonizar solamente a los escritores nacidos en la capital, aunque es cierto que el centralismo de nuestras naciones hace que a un escritor que vive en el "interior" le cueste más dar a conocer su producción.
Alegra saber que hoy, más allá de las rupturas y continuidades, hay más de un escritor peruano destinado a ser un clásico futuro. (desde Edmundo Paz Soldán: fuente)
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Realismo plural y semántica peruana: la narrativa de un siglo
prólogo al libro de la profesora Rita Gnutzmann "Novela y cuento del siglo XX en el Perú"
| José Morales Saravia
Berlín, septiembre de 2007 |
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A más tardar en la figura de Manuel González Prada (1848-1918) se puede observar con toda nitidez en el Perú el surgimiento de una consciencia crítica en el sentido moderno del término: puesta en tela de juicio de los valores existentes relativos a las ideas de nación, sociedad, cultura, historia y sujeto y el intento de una formulación de planteamientos alternativos a estas ideas que deben ser realizados en un futuro más o menos inmediato. A partir de González Prada la semántica peruana va a oscilar entre dos polos -identidad y modernidad- que serán enfatizados según las distintas posiciones que asuma el discurso sobre la nación peruana a construir. El registro bajo el cual esta consciencia crítica va a tener desarrollo en el plano particular de la plasmación literaria narrativa será el del realismo. El registro realista marcará casi exclusivamente el desarrollo novelístico peruano en el siglo XX y éste estará fundamentalmente inclinado a enfatizar el polo de la identidad. Realistas serán las primeras novelas del indigenismo, las de Clorida Matto de Turner (1854-1909), así como también serán realistas las novelas indigenistas posteriores como El mundo es ancho y ajeno (1943) de Ciro Alegría, pero también las primeras obras de José María Arguedas.
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Si bien el indigenismo o el neoindigenismo marcó decisivamente la evolución de la novela peruana en la primera mitad del siglo XX, esto no quiere decir que no se hayan cultivado otros registros distintos de éste. Novelas como La casa de cartón (1928) de Martín Adán o como Duque (1934) de José Diez Canseco muestran la existencia de postulados narrativos que se alejaron bastante del realismo practicado hasta entonces. Sin embargo estas novelas no llegaron a formar una línea suficientemente autónoma y sostenida que pudiera haberse colocado a la par de la tendencia realista indigenista prevaleciente y, esto sencillamente, porque estas novelas se escribían al margen o de espaldas a la semántica peruana que la consciencia crítica había fundado a finales del siglo XIX y que ofrecía la agenda de problemas a tratar. Esta situación va a cambiar, en el desarrollo de la narrativa en el Perú, a partir de la década del cincuenta. El crecimiento de los espacios urbanos, debido a una pronunciada migración desde el campo, va a complejizar el polo de la identidad y a actualizar de forma muy fuerte el polo de la modernización. El polo de la identidad nacional no va ya necesariamente a subrayar el aspecto de la cultura indígena ligada al campo; en esta reformulación el mundo de lo indígena pasará a ser considerado bajo la denominación de lo andino, y ya este cambio de denominación mostrará la ampliación y retrabajo de esta semántica, pues este mundo andino podrá ser localizado en las diversas ciudades del Perú, pero especialmente en las ciudades capitales o en Lima, que en la semántica peruana inicial había sido el lugar que representaba lo moderno. Este realismo dirigirá ahora sus críticas a la forma cómo se han ido constituyendo las ciudades modernas en relación a la agenda de problemas relativos a crear una nación peruana y moderna. Esto explicará, por una parte, la feroz crítica a que será sometida la ciudad resultado de este proceso -el antimodernismo de esta crítica que hará de la ciudad un lugar donde reine la injusticia, la brutalidad, la violencia y la represión-, pero explicará también, por otra, que se realice una renovación y modernización de todo el instrumentario representativo novelesco. El mejor ejemplo de este hecho lo da la recepción inmediata que sufrió la novela La ciudad y los perros (1963) de Vargas Llosa. El conocido postulado de la «novela total», que Vargas Llosa desarrolló en sus novelas de los años sesenta, puso al día el instrumentario narrativo, pero profundizó el tratamiento de lo nacional y lo moderno dándole una mayor dimensión. El vuelco que produce la narrativa urbana en los años cincuenta tuvo una evolución sostenida que no implicó el cierre de los registros existentes, sino una profundización y una pluralización del realismo en varias direcciones. Esta narrativa llega, empero, a dar tempranamente un giro hacia el problema de la migración y formación de nuevos espacios urbanos en No una, sino muchas muertes (1958) de Congrains y después en El zorro de arriba y el zorro de abajo (1970) de José María Arguedas, para conocer en los años ochenta un nuevo momento con Montacerdos (1981) y Patíbulo para un caballo (1989) de Cronwell Jara. Este realismo plural alcanza en los años noventa del siglo XX un nuevo desarrollo y una profundización. Novelas como La violencia del tiempo (1991) de Miguel Gutiérrez y País de Jauja (1996) de Edgardo Rivera Martínezreasumen los planteamientos de la novela total de los años sesenta y los realizan de manera solvente, enfatizando en nuevos términos el tema de la identidad nacional que es en Gutiérrez una apuesta por el mestizaje y que es en Rivera Martínez la utopía de conjugar lo regional andino con lo universal occidental y moderno. A estos desarrollos de los años noventa se suma una verdadera eclosión de actividad narrativa que sigue complejizando el registro realista. Entre los hechos que la explican hay que mencionar que después de 1970 el rol del escritor en el Perú gana no sólo en prestigio cultural y en posición y reconocimiento dentro de la sociedad sino que el escribir se ofrece como una actividad a la que dedicarse con mayor independencia. Este mismo hecho explica también que el registro del realismo -que no abandona su consciencia crítica- se siga pluralizando y con ello así mismo los polos de la semántica inicial peruana. El polo de la identidad ya no será marcadamente el de la cultura indígena en el campo sino el de la vida moderna en las ciudades de los Andes y esto en relación al surgimiento de un sujeto moderno problemático (buen ejemplo son las novelas de Luis Nieto Degregori). Igualmente el polo de la modernidad pasará por un tratamiento de los problemas de la violencia, el narcotráfico y el terrorismo, tratamiento que seguirá criticando las formas de desarrollo en las ciudades modernas del Perú. Dentro de esta impronta, y paralelamente al sostenido cultivo de las formas del realismo instauradas en los años sesenta, surgirán también, en los años noventa, autores que mostrarán un desprendimiento de la semántica inicial perua na. La agenda de constitución de una nación moderna, justa y peruana ya no guiará la escritura de estos autores. Sus novelas serán más bien de carácter alegórico con personajes cuyos destinos remiten a otra cosa: o al perverso juego con las posibles identidades nacionales, sexuales y personales (como en Secretos inútiles de 1991 de Mirko Lauer) o a la imposibilidad de constitución de una subjetividad mínimamente positiva (como en El viaje interior de 1999 de Iván Thays).
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El libro que sigue de Rita Gnutzmann da cuenta de este proceso que abarca ya poco más de un siglo; él llama la atención sobre surgimiento, reformulación y complejización de la semántica peruana bajo el aspecto del género narrativo. (...) |
Para leer el libro en Pdf de Rita Gnutzmann publicado
por CervantesVirtual
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